Este fin de semana hemos asistido, según mi criterio, a una de las peores gestiones de crisis desde el punto de vista comunicativo por parte del presidente del Gobierno de España, Pedro Sánchez. Su Rasputín particular, Iván Redondo, está perdiendo el toque mágico que decían tener. O quizá, que cuando hay que pasar a la política de acción y hechos, los que solamente se mueven en la política de gestos, están perdidos.
El Presidente, Pedro Sánchez, ha dado dos comparecencias con menos de 24h de diferencia este fin de semana:
- Comparecencia 21 de marzo de 2020 Más de media hora y luego las preguntas filtradas, por lo que estuvo más de 1h hablando. Anuncios vagos y muchos datos.
- Comparecencia 22 de marzo de 2020: Menos tiempo comunicando la noticia y más tiempo respondiendo preguntas filtradas. Ampliación estado de alarma.
Ambas comparecencias se deberían estudiar en el futuro en las escuelas de comunicación política.
La comparecencia del 21 de marzo, un desastre. Datos que no importaban a nadie, discurso para gustarse y poner la épica de guerra en marcha. La épica de guerra no funciona en un país como España, donde la población está acostumbrada a una vida muy alegre y sin convencimiento de lo que se les venía encima (de forma general). Muchos datos numéricos de forma desordenada, ningún mensaje claro... No centra el mensaje y la gente se dispersa y aumenta el miedo y la crítica.
La comparencia del 22 de marzo, la utilizó para anunciar la ampliación del estado de alarma 15 días más. Es decir, cuando el día antes se pasó más de 30 minutos hablando del consumo de internet, de la reducción de los índices de delincuencia, del consumo eléctrico en los hogares... y no para decir que ampliaba o pensaba ampliar el estado de alarma.
La comunicación en tiempos de crisis tiene que ser muy medida, concreta y que la población la considere útil y tranquilizadora. Quien da el mensaje tiene que dar la sensación de que tiene el control y no que sale porque toca salir, que es lo que pasó.
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